No sabía ni la dificultad, solo que había
muchas cuestas y que había trayectos de caminos rurales sin
asfaltar, aun así tenía decidido exprimir mis skechers, tras el
buen resultado en competiciones durante el 2017 con este calzado,
tenía claro que seguiría al menos hasta los 700 kilómetros que les
tenía planificado. Después, tarde para mí, sobre las 11:30
saldríamos en la absoluta de 8 kilometros duros, de cuestas y calor.
No
es una prueba que me apetezca repetir, casi calcada a la de
Sayalonga, no está mal, pero creo que con una en principio me siento
satisfecho. No son días ni fechas para competir. El precio de la
prueba, unos cinco euros, acompaña, el ambiente también, muchos
corredores conocidos que aprovechamos para fotos y saludos.
Os
la recomiendo, si tal día como ese, queréis probar una carrerita
para despedir el año, sin nada especial en la misma que me haga
repetir, pero con la satisfacción de ver como la recuperación de la
maratón va en positivo. Las cuestas arriba las he sufrido, pero por
lo contrario las bajadas las he disfrutado porque a pesar del
cansancio de la subida, la recuperación en la bajada te anima,
sabiendo que todavía quedan energía para seguir dando caña.
Tampoco por 5 euros, no vamos a pedir más, casi que se pueden ahorrar la camiseta, que de eso ya vamos sobrados. Un 6, bien, en mi puntuación de la carrera.
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